María Paz González Gallego, parapléjica desde 1995: «Iba para modelo y pasé a una silla de ruedas»
Iba de pasajero en la parte trasera del coche conducido por su hermano. Se salió de la vía a 60 km/h. Viajaba sin cinturón
A Coca, a 62 kilómetros de Valladolid, tuvo que mudarse María Paz González Gallego después de sufrir un accidente de tráfico cuando no había alcanzado siquiera la mayoría de edad. Su hermano, que murió hace tres años de leucemia, era el conductor de aquel utilitario que a 60 km/h se le fue de las manos y acabó empotrado contra un muro fuera de la vía. Ella viajaba sin cinturón de seguridad, acabó con paraplejía y la cara quemada bajo un chorro de gasolina; y su hermano mayor no se perdonó haberla anclado, se culpaba, a una silla de ruedas.
Resultaría tópico decir que la vida de María quedó truncada ese 12 de mayo de 1995, pero ella, coqueta, modelo, amante de los caballos, lo resume en que saltó de la pasarela a la silla con su lesión medular. «Sigo con pesadillas, reviviendo el accidente a diario», afirma.
«Estuve dos meses en coma por ruptura de tórax. Lo peor fue para mis padres: tenían a una hija postrada y a un hijo que no superaba haberlo causado». Accidentados como María Paz se rompen al hablar de las secuelas para sus familias antes que de las propias. Tras el siniestro, empieza la brega diaria, por la adaptación, por la accesibilidad. Esta pucelana recuerda: «Me fui de casa de mis padres, donde dependía del vecino para que me pudiesen subir o no. Me trasladé a la casa que sí se podía adaptar en Coca. Aquí se obró el patio, se diseñaron rampas y accesos, un baño y cocina específicos en la planta de abajo... Echo de menos subir un bordillo».

Para ella, ¿qué ha sido lo peor? Sensaciones, como la de su padre desmayado sin poder auxiliarle; o impedida a ver moribundo a su hermano, por la silla. «Llevo más de 22 años en ella, más tiempo del que caminé. Pero el infierno dura años». Resulta curioso que fuese su mismo hermano quien le diese el amarre a la vida: las riendas de los animales que tanto adora han convertido a María Paz en la única parapléjica que compite en doma vaquera y clásica en Europa. «Él me sacó del hoyo», afirma. Su garra no se detiene ahí. En la actualidad, colabora con la Asociación de Lesionados Medulares (Aesleme) e imparte clases de educación vial en colegios, institutos, universidades y autoescuelas. Para concienciar, reafirma.
Texto: Érika Montañés
Fotos: F. de las heras
Fuente: abc.es