Esa luz dorada
Maribel Egido Carrasco
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En estas tardes ya invernales, cuando el sol se va pronto de las laderas del río, y se pierde por detrás del Castillo y de la Torre de San Nicolás, pintando el cielo con colores espectaculares, hay un momento fugaz, pero bellísimo, en que el pinar se tiñe de oro y rosa cuando recibe los últimos rayos solares.
Los troncos de los pinos, bañados por esa luz esplendorosa, adquieren un tono dorado y brillante que enamora a la cámara durante un corto tiempo, y después, tras ese breve y mágico momento, el sol se va, y el frío y las sombras se adueñan del paisaje, indicándonos que ya es hora de volver al calorcillo de casa.