Vida Rural

Un artículo aparecido en el Heraldo de Madrid, escrito por Eusebio Blasco, nos cuenta como era la vida en esta localidad hacia 1900.


El pueblo está en un llano entre dos ríos medio secos, el Eresma y el Voltoya…
Tiene tres calles paralelas y unas cuantas laterales, y en ellas, en casas bajas a modo de cabañas, viven trescientos vecinos.
El pueblo es arenoso, y sobre él juegan grupos de chiquillos, descalzos y sucios, o se revuelcan mansos burros hartos de palos.
La entrada es pintoresca. Una torre cuadrada, resto de la primitiva fortaleza, y a los lados almenas que sirven de nidos a las golondrinas. Antes de llegar a la puerta de la villa, el famoso castillo, que fue base del señorío antaño, y hoy es ruina veneranda, olvidada por su propietario, el duque de Alba.
Y todo esto rodeado en diez leguas a la redonda por dos y tres millones de pinos.
Sin los pinares, el pueblo, los cincuenta pueblos de la comarca, se morirían de hambre. Los pinos son la riqueza del país, y las fábricas de resinas de Coca, Arévalo, Aguila Fuente, Cuéllar, con un movimiento mensual de veinte o treinta mil duros cada una, mantienen a todas las poblaciones rurales...
Extraído del libro "Crónicas de antaño" de Luis Sanz Rodríguez.


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