Noviembre
El mes de Noviembre, que si el tiempo es propicio, aún puede reservarnos los últimos esplendores otoñales y las templanzas apacibles de sus días, no puede sin embargo evitar venir envuelto en evocaciones y melancolías, debido en parte a su cercanía con el invierno, y sobre todo a que su inicio está muy marcado por el recuerdo de los difuntos, de nuestros queridos ausentes.
Las mañanas de Noviembre, ya muy frescas, se ven a veces envueltas en una sutil niebla que abraza los pinos del monte, como una leve y misteriosa gasa que el sol pone en fuga casi siempre, pero que ya nos anuncia la proximidad de los primeros fríos, que hasta ahora habían llamado a nuestra puerta pero sin cruzarla aún del todo.
Y en las tardes, que son ya muy cortas, el sol abandona pronto las laderas del río y se pierde con sus últimos resplandores rojizos por detrás del Castillo y por las tierras labradas del camino de Valladolid, y el pueblo se va envolviendo poco a poco en sombras, mientras en las últimas esquinas el aire se hace más frío y nos trae como un olor especial que nos anuncia que el “Padre Invierno” se acerca con su cortejo de nubes y celliscas y de pálidos días sin sol...
Y apetece volver al calorcillo de las casas acortando el paseo, quizá a reencontrarnos gratamente con esas aficiones que quedan poco a poco abandonadas en las largas tardes de luz del verano, vividas más en el exterior.
Mientras, fuera, las noche va ganando definitivamente la partida...
Las mañanas de Noviembre, ya muy frescas, se ven a veces envueltas en una sutil niebla que abraza los pinos del monte, como una leve y misteriosa gasa que el sol pone en fuga casi siempre, pero que ya nos anuncia la proximidad de los primeros fríos, que hasta ahora habían llamado a nuestra puerta pero sin cruzarla aún del todo.
Y en las tardes, que son ya muy cortas, el sol abandona pronto las laderas del río y se pierde con sus últimos resplandores rojizos por detrás del Castillo y por las tierras labradas del camino de Valladolid, y el pueblo se va envolviendo poco a poco en sombras, mientras en las últimas esquinas el aire se hace más frío y nos trae como un olor especial que nos anuncia que el “Padre Invierno” se acerca con su cortejo de nubes y celliscas y de pálidos días sin sol...
Y apetece volver al calorcillo de las casas acortando el paseo, quizá a reencontrarnos gratamente con esas aficiones que quedan poco a poco abandonadas en las largas tardes de luz del verano, vividas más en el exterior.
Mientras, fuera, las noche va ganando definitivamente la partida...