El reloj de la torre
Fue instalado a finales del año 1904 para sustituir al primitivo que había sido trasladado, en 1598, desde la torre de la iglesia de San Nicolás a esta de Santa María.
Se compró a la Fábrica de Relojes de Torre Moisés Diez, de Palencia. El precio se ajustó en 4.000 pesetas aproximadamente, descontándose algo por la maquinaria antigua. El presupuesto incluía instalación de maquinaria de bronce, cuatro esferas de un metro y cincuenta centímetros de diámetro cada una, campanario de hierro, 2 pesas de 200 kilos, cables metálicos de 30 metros, un martillo de 15 kilos y un pararrayos. Tenía una autonomía de 30 horas de cuerda, sonando horas, medias y repetición de horas. El pago se efectuó en dos plazos: la mitad al quedar hecha la instalación con marcha regulada y después de cinco días de observación, y la otra mitad el treinta de julio del año siguiente. La garantía era de diez años, teniendo que presentarse el fabricante en la villa para hacer las reparaciones precisas que necesitara el reloj a no ser que las averías procedieran de chispa eléctrica o mano airada. El funcionamiento de la maquinaria de bronce ha perdurado hasta finales del siglo XX, en que fue sustituido por uno basado vía satélite.
Un siglo entre nosotros, acompañándonos en las alegrías y en las tristezas. ¡Cuánta compañía nos ha hecho! Las veces que hemos escuchado su voz: el campesino en el campo, el resinero en el pinar, el pastor con sus rebaños, el obrero en la fábrica, el enfermo en su cama, el maestro y el alumno en el aula, el hortelano en su huerta, el ama de casa en sus tareas, etc.
Ha despedido, año a año, un siglo y un milenio. Año tras año ha ido marcando el tiempo de nuestras vidas. ¿De cuánto habrá sido testigo?.
Ahora, al cumplirse los cien años de su instalación en la torre, queremos hacer nuestro pequeño homenaje a todos los caucenses que, a lo largo de ese siglo, han sido testigos de ese tiempo.
Felipe Rodríguez Martínez, Cronista Oficial de Coca y su tierra