Sobre el logotipo oficial del Mercado Romano

Víctor Manuel Cabañero

El concepto que he pretendido expresar al proponer este logotipo para esta celebración es el siguiente.
En primer lugar, el lobo, pintado sobre un fragmento de cerámica indígena caucense. Animal fiero y recurrente para los artistas plásticos del mundo vacceo del sur del Duero. De él se cuentan múltiples historias mitificadas, sugiere el ataque devastador, sorpresivo, el terror. Domina con su aullido la noche de luna llena –como la que tendremos el fin de semana del festejo-. Es el dueño y señor del territorio.

Este lobo se encontraría representado en el ataque inicial de los caucenses sobre los romanos. Según Apiano, mientras aquellos legionarios llegados de tierra itálica se dedicaban al forrajeo y por tanto, estaban dispersos y –aparentemente- desordenados, la gran jauría de los de Cauca salió de su guarida –la guarida del lobo- y defendió sus dominios. Ataques rápidos y muy ligeros que confundieron a la presa. Podríamos incluso relacionar al elemento romano con un grupo de corzos, por ser animal que ha vuelto en fechas recientes al territorio. Poco a poco, la situación revierte. Los caucenses como jauría, fracasan. Si el lobo es ordenado y táctico, aquellos solo eran fieros. Sin armas arrojadizas, los colmillos tornan en molares de rumiante y la figura del animal se convierte en la de un pequeño conejo de los que pueblan desde siempre nuestra tierra.

En frente, al corzo le salen plumas y pico. Sus ojos, en principio poco hábiles, tornan en potentes visores. Es el águila romana. Emblema por excelencia de las legiones, animal representativo de la ciudad, del Imperio. Con los primeros batidos de sus alas, consigue que los conejos retrocedan hasta la madriguera y, como señala Apiano, se agolpen ante las puertas. El águila huele la sangre y sabe que se dará un festín. 3.000 caucenses, según Apiano.
Por ello, en el logotipo, la moneda romana pisa la cerámica vaccea. Era la forma de actuar romana. Tras la victoria llegaba el pacto, la deditio. Y por ella, en primer lugar, el vencido reconocía que todo pasaba a ser de Roma. Luego ésta podría mostrarse generosa. No ocurrió en el caso que nos ocupa. Recordemos los 20.000 contabilizados en el texto del alejandrino. Y esto por no señalar a mujeres y niños, parte no citada pero imprescindible para saciar al cuerpo legionario.

En tercer lugar, el tipo de moneda. Elegimos a Teodosio, el Grande para los cristianos y el más grande para los caucenses de nuestros días. Quinientos años pasaron entre el primer enfrentamiento a las puertas de Cauca y el nacimiento del emperador en el mismo suelo. El símil es sencillo. La Guerra de las Comunidades y el recuerdo que nos genera el movimiento comunero quinientos –también- años después, ante lo que podría conservar la memoria colectiva de los caucenses en torno al año 350 d.C.
Si en el Canto de Esperanza que recuerda a Bravo, Padilla y Maldonado se anota “siempre añorando una junta o esperando un capitán”, en nuestro caso el capitán llegó con Teodosio. Pero quizá, solo quizá, no estaba en el bando deseado… ¿o sí? Y es que la Cauca pisoteada terminaría por dar uno de los más grandes gobernantes a quien tuvo la osadía de pisotear.


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