Juniperus thurifera

Maribel Egido Carrasco



Coca es un lugar privilegiado para los amantes de la Naturaleza. Sus pinares y riberas nos ofrecen una gran variedad de especies vegetales algunas de ellas no demasiado abundantes en otros parajes.
Una de las especies que tenemos la suerte de encontrar en los alrededores de Coca es la Sabina, (Juniperus thurifera) que aparece en nuestros montes, a veces en solitario, a veces en pequeños grupos de ejemplares, y a veces mezcladas con los pinos, como en la foto, en que rodean a ese bonito pino piñonero. Aunque es conocida en algunos lugares como Enebro, se diferencia de aquel principalmente en las hojas, que en el Enebro son aciculares y pinchudas y en la Sabina son escamiformes
Pertenece a la familia de las Cupresáceas, subfamilia de las Juniperoideas. Su nombre vulgar es Sabina albar y se la considera la más bella y decorativa de las especies indígenas del género Juniperus, aunque no se emplea en decoración por sus inconvenientes de reproducción y crecimiento.
Aunque ésta es la más abundante en el entorno de Coca, podemos también encontrar, algún ejemplar de otras especies de Sabinas, como por ejemplo la llamada Sabina negral (Juniperus phoenicea).
La Sabina albar es un árbol resinoso siempre verde, de mediana talla, generalmente bajo y recio, de 5 a 10 metros de altura. Su tronco suele ser grueso pudiendo medir hasta 1 metro de diámetro, y en casos muy excepcionales llega a 5 m. Su corteza es parduzca o grisácea de poco grosor y se desprende en tiras delgadas, la copa es verde muy oscura, muy ramificada y densa. Florece en primavera y sus falsas bayas llamadas gálbulos están maduras en el otoño o invierno del año siguiente.
Su crecimiento es lentísimo, entre 1,5 y 3 mm. por año, resiste bien a los incendios y puede alcanzar los 500 años de edad, si bien en los actuales sabinares no suelen verse pies de más de 300 años. Puede considerarse esta especie como una reliquia del Terciario que va desapareciendo inexorablemente.
A veces estamos tan acostumbrados a tener tan cerca esa gran riqueza que constituyen nuestros árboles, que pasamos a su lado sin fijarnos demasiado en ellos, pero debemos pararnos a pensar en lo longevos que pueden ser, en que han formado parte de nuestra historia, en que han visto a nuestros antepasados y que, si sabemos conservarlos, verán a nuestros sucesores, y debemos sentir por ellos aprecio, respeto y admiración.


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