Las dos banderas

Maribel Egido Carrasco

Sobre la Torre del Homenaje, izadas sobre sus mástiles, ondeaban las dos banderas. Convivían desde hacía mucho tiempo, y no es que se llevaran mal, pero a veces, y utilizando naturalmente el lenguaje propio de las banderas, que los humanos no podían entender, ni siquiera oír, se enzarzaban en discusiones sobre quien de ellas tenía más importancia y tradición.
La roji-gualda estaba totalmente convencida de su superioridad al representar a toda la nación española, y le hablaba a la autonómica de Historia, de batallas, y de los cambios que había sufrido con el paso del tiempo, pero la castellano-leonesa enarbolaba orgullosamente su antigüedad, ya que era la bandera de la Corona de Castilla desde el año 1230, y (aquí levantaba la voz con pasión), ¡una de las banderas más antiguas de Europa y del mundo, y los barcos de Cristóbal Colón ya la portaban en el descubrimiento de América!
Al final nunca llegaba la sangre al río, y poco a poco se iban aplacando los ánimos.
Había algunos días, concretamente en los que hacía viento, que las banderas se olvidaban de sus pequeñas rivalidades, y ambas se dedicaban a disfrutar de aquel fuerte aire que las hacía desplegarse flameando orgullosamente desde aquella espléndida atalaya que les permitía disfrutar de aquel hermoso paisaje, del pueblo, los pinares, las riberas...
Cuando el viento cesaba, las dos banderas quedaban tan cansadas de tanta agitación, que ya no tenían ganas ni fuerza para discutir sobre quien de ellas era más importante o más antigua, y descansaban tranquilas y felices después de aquel ejercicio tan divertido que les permitía lucirse y conseguía que todo el mundo se fijara en ellas. La foto, hecha en un día de viento, nos las muestra en plena exhibición.

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